Este próximo diciembre en Venezuela será muy diferente a todos, tanto los del pasado como los de futuro. La diferencia principal estará dada por la inmensa inyección de dinero que tendrá la economía en medio de la hiperinflación más grande conocida en el mundo. El mayor impacto  lo  causará el pago del tradicional aguinaldo, esta vez exacerbado por el brutal aumento de salario en el reciente septiembre y el posible aumento salarial de costumbre cada fin de año e impulsado ahora por el vencimiento del subsidio concedido para el trimestre septiembre-noviembre 2018. Más de 13   millones de personas entre trabajadores formales, pensionados  y los beneficiarios del carnet de la patria recibirán el pago de tres meses de aguinaldo, además del posible nuevo aumento salarial. Arrojar esa inmensa masa de dinero de manera casi simultánea es exacerbar la hiperinflación a niveles más desastrosos de lo que ha sido hasta ahora. Basta imaginarse la situación que ha de venir para aceptar conscientemente que este diciembre será diferente a todos los demás.

Para el sector empresarial el impacto será aún mayor,  con el agregado de la prolongada incertidumbre respecto al futuro de los negocios y la  cada vez más inclemente acción gubernamental. La incertidumbre cobra mayor arraigo con solo imaginarse lo que habrá de suceder con el desenlace del actual subsidio salarial, cuyo vencimiento está previsto para este 30 de noviembre. Para los empresarios venezolanos las expectativas del momento giran alrededor de lo peor a lo superpeor.

Además, cualquier escenario futuro requiere, inexorablemente, de una decisión previa basada en dos probabilidades: prorrogar o eliminar el subsidio salarial. De esas dos posibilidades, la prórroga es la que reúne mayor ocurrencia de probabilidad, por razones obvias. La posibilidad de la eliminación del subsidio queda fuera de lógica, salvo que haya la absurda intención de crear mayor conflictividad social.  Por otra parte, debe tenerse en cuenta que el escenario que al fin se defina respecto al subsidio salarial  podría  coincidir, por un lado con  el pago de aguinaldos o utilidades y por la otra vía con el inminente y rutinario aumento salarial para compensar la pérdida del poder adquisitivo durante el lapso septiembre-noviembre 2018. Dos agravantes coincidentes en la supercrítica situación.

El escenario de mayor probabilidad podría estar conformado por tres factores concatenados: 1) la decisión del gobierno respecto a la continuidad, eliminación o modificación del actual subsidio salarial, 2) un posible nuevo aumento de salario tal como ha sido tradicional en cada fin de año y además, esta vez para compensar la pérdida de poder adquisitivo en el lapso septiembre-noviembre 2018, y 3) el pago de los tres meses de aguinaldo. Más allá de estos tres factores condicionantes para la situación laboral específica, el empresario venezolano vive intensamente en un ambiente completamente adverso para la realización de negocios o el emprendimiento de algún otro nuevo. Y como si fuera poco, sin saber cuáles serán las nuevas tropelías que puede decidir de manera sorpresiva el gobierno en el transcurso de las próximas semanas.

Mientras tanto, acreditadas estimaciones indican que el PIB nacional disminuirá hasta 20% para finales de año después de haber disminuido 56% durante los últimos cuatro. Estas cifras demuestran (y la realidad lo confirma) que la producción venezolana de bienes y servicios está funcionando en vía muy contraria a lo que debe ser. Hasta que no se restablezca la producción en el país todos nuestros déficits seguirán aumentando.

Después de todo, lo que no admite ninguna duda es que en este próximo diciembre la hiperinflación en Venezuela superará su propio récord mundial.